Cada septiembre, las calles de Guatemala se llenan de color, patriotismo y algarabía por las tradicionales antorchas. Sin embargo, detrás de la celebración se esconde un problema ambiental y urbano que ya no se puede ignorar: la acumulación de basura —especialmente bolsas plásticas— que inundan las calles tras las actividades patrias. Un acto aparentemente inofensivo, como lanzar bolsas de agua, deja consecuencias graves que afectan a todos.
Lo que comenzó como una expresión de fervor cívico y unidad nacional ha ido degenerando en una fiesta sin conciencia ambiental ni respeto por el espacio público. Las carreras de antorchas, que cada año recorren miles de kilómetros por todo el país, se han convertido también en una fuente masiva de contaminación urbana.
Uno de los “rituales” más comunes durante estas actividades es lanzar bolsas plásticas con agua a quienes corren con las antorchas. Lo que muchos ven como una broma o tradición divertida, deja tras de sí montones de bolsas tiradas en calles, banquetas y avenidas principales, muchas de ellas llenas, rotas o aplastadas, mezcladas con botellas plásticas, empaques, latas y basura general.
En pleno mes de septiembre, cuando las lluvias son casi diarias, esta basura termina en los drenajes y alcantarillas, bloqueando el flujo del agua. El resultado: calles completamente inundadas, tránsito paralizado, negocios afectados, viviendas anegadas y un sistema de alcantarillado urbano colapsado.
Y este no es un fenómeno exclusivo de la capital. Lo mismo ocurre en municipios como Mixco, Villa Nueva, San Miguel Petapa, Santa Catarina Pinula, y se replica en cabeceras departamentales desde Quetzaltenango hasta Chiquimula, desde Cobán hasta Escuintla. Cada comunidad que participa en estas actividades deja tras de sí un rastro de desechos que, en muchos casos, ni siquiera se intenta recoger.
Lo más alarmante es que no hay consecuencias, ni cultura de limpieza, ni una estrategia institucional que enfrente este problema. Las municipalidades, en muchos casos, simplemente esperan a que los drenajes colapsen para enviar cuadrillas de limpieza que ya llegan tarde. Y en el peor de los escenarios, esa basura termina en los ríos y cuerpos de agua, agravando aún más la contaminación ambiental del país.
La patria no se celebra ensuciando las calles. Si se va a correr con una antorcha en nombre del país, debe hacerse también con responsabilidad. Las bolsas plásticas lanzadas por diversión no son inofensivas: son agentes directos de inundaciones y contaminación ambiental.
La educación cívica debe ir más allá del himno y los colores patrios; debe incluir también el respeto por el entorno y el compromiso con el bien común. Urge que las autoridades regulen, supervisen y acompañen estas actividades con campañas de limpieza, concientización y sanciones, si es necesario.
Celebrar la independencia no puede seguir significando más basura y más caos urbano. La verdadera libertad empieza por tomar responsabilidad de nuestros actos, incluso en medio del fervor patriótico.